Meditar no es fácil, aquietar las emociones y la mente, que ellas guarden un gran silencio solo para oir la voz del alma, fuente de sabiduría, amor y bondad es una labor que necesita dedicación y tiempo. Que necesita silencio y tranquilidad.
Lograr descubrir ese delicado espacio de tu ser donde nada pides a cambio y desde donde todo lo puedes dar es una gran tarea. Darnos cuenta que ahí es donde encontramos la fuente de la fortaleza, del poder y de la bondad, tesoros invaluables, sutiles e indestructibles pues una vez descubiertos sabemos a ciencia cierta que nunca se acabaran ni se desgasataran y nos damos cuenta que nunca más podremos ser ajenos a ellos.
Abrir esa puerta desde donde nace esa energía reparadora que nos permite ver la vida desde otro ángulo es como descubrir un nuevo amor, ese amor que te permite tener una perspectiva diferente, donde tal vez no todo es color rosa, pero desde donde sí podemos ver la luna brillar y aún en días nublados un rayo de sol sobre nuestro caminar. Es encontrar ese encanto oculto que tenemos y que a veces y tal vez por miedo no nos atrevemos ni siquiera nosotros mismos a reconocer.
Hacer contacto con nuestra alma luego de una meditación, nos lleva a descubrir ese otro yo, esa mitad nuestra que necesitamos para sentirnos completos. Es reconocer que somos parte de este Universo, es acordarnos de nuestro origen ese que ante todo es divino, muy lejano a toda carencia y egoismo. Muy cercano a un estado de plenitud y felicidad.
Meditar es una tremenda aventura en la que solo debemos tener el coraje para adentrarnos en ese inquietante mundo ... nuestro mundo interior y poder darnos ese abrazo reparador tan esquivo a veces y tan necesario siempre.
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Lograr descubrir ese delicado espacio de tu ser donde nada pides a cambio y desde donde todo lo puedes dar es una gran tarea. Darnos cuenta que ahí es donde encontramos la fuente de la fortaleza, del poder y de la bondad, tesoros invaluables, sutiles e indestructibles pues una vez descubiertos sabemos a ciencia cierta que nunca se acabaran ni se desgasataran y nos damos cuenta que nunca más podremos ser ajenos a ellos.
Abrir esa puerta desde donde nace esa energía reparadora que nos permite ver la vida desde otro ángulo es como descubrir un nuevo amor, ese amor que te permite tener una perspectiva diferente, donde tal vez no todo es color rosa, pero desde donde sí podemos ver la luna brillar y aún en días nublados un rayo de sol sobre nuestro caminar. Es encontrar ese encanto oculto que tenemos y que a veces y tal vez por miedo no nos atrevemos ni siquiera nosotros mismos a reconocer.
Hacer contacto con nuestra alma luego de una meditación, nos lleva a descubrir ese otro yo, esa mitad nuestra que necesitamos para sentirnos completos. Es reconocer que somos parte de este Universo, es acordarnos de nuestro origen ese que ante todo es divino, muy lejano a toda carencia y egoismo. Muy cercano a un estado de plenitud y felicidad.
Meditar es una tremenda aventura en la que solo debemos tener el coraje para adentrarnos en ese inquietante mundo ... nuestro mundo interior y poder darnos ese abrazo reparador tan esquivo a veces y tan necesario siempre.
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